jueves, 30 de diciembre de 2010

Las "pequeñas naciones"

"El mundo actual ofrece oportunidades antes desconocidas para el autogobierno de las pequeñas naciones. Las oportunidades para las pequeñas naciones están fuertemente vinculadas a la operación de vastos imperios democráticos, como los Estados Unidos de América o la Unión Europea. Son los bienes públicos de gran escala provistos por vastos imperios los que hacen una pequeña nación viable sin que tenga que formar un estado soberano.
La categoría " pequeña nación", tal como aquí será definida y utilizada, incluye países formalmente independientes de Europa, como Irlanda, Estonia, Letonia, Lituania y Eslovenia, que serían difícilmente viables fuera de un gran imperio, así como "territorios" o "regiones" dentro de grandes estados de tipo federal, como Baviera, Cataluña, Escocia, Flandes o Piamonte, y centenares de otros países con diversos estatutos oficiales en otras partes del mundo, desde Cachermira a Palestina o Quebec. Los imperios tradicionales como China u otros áreas muy extensas de magnitud comparable también podrían liberar pequeñas naciones si fuesen suficientemente eficientes en la provisión de bienes públicos de gran escala y se liberalizasen ellos mismos. En el resto del mundo, las naciones emergentes y los estados fallidos podrían conseguir más éxitos si fuesen capaces de construir vastas redes de tamaño "imperial" con fines económicos, de seguridad y de comunicación. 

Se identifican tres procesos de alcance mundial que afectan al "tamaño" de las unidades políticas viables, eficientes y democráticas y se establece una relación entre ellas. Primero, el número de países independientes y autónomos tiende a aumentar, lo cual hace que el tamaño de los países sea cada vez más pequeño. Mientras que había solamente unos 50 países independientes en el mundo a principios del siglo XX, hay casi 200 miembros de las Naciones Unidas a principios del siglo XXI. Además, hay más de 500 gobiernos de tamaño pequeño con asambleas legislativas electas dentro de vastos imperios o grandes estados federales. 
Segundo, el número de democracias también aumenta y se ha más que duplicado durante los últimos treinta años. Los países pequeños son democráticos en una proporción mucho más alta que los grandes estados. En un mundo con un gran número de pequeñas unidades políticas, desde finales del siglo XX, y por primera vez en la historia, la mayor parte de los humanos vive en regímenes democráticos o liberales. 
Tercero, los grandes estados tradicionales pierden poderes de decisión en temas que fundamentaron su soberanía externa y su monopolio interno, a favor tanto de grandes imperios como de pequeñas naciones. Al mismo tiempo, el número de estados nominalmente "soberanos" y de hecho aislados que fracasan aumenta en diferentes partes del mundo. 

Mirando el panorama de conjunto, el aumento del número de gobiernos democráticos pequeños que son viables parece apoyarse en su asociación a grandes áreas de tamaño "imperial" que proveen de bienes públicos como defensa, seguridad, acuerdos de comercio, monedas comunes y redes de comunicación. Mientras que algunos grandes estados soberanos, especialmente en Europa occidental, fueron capaces de mantener un control territorial y proveer bienes públicos con relativa eficiencia durante un período, el desarrollo de nuevas tecnologías de transporte y comunicación ha ampliado el alcance de los intercambios humanos factibles. Dentro de vastos imperios eficientes e internamente variados, las naciones pequeñas son hoy viables,a la vez que son más adecuadas que los estados grandes y heterogéneos para el autogobierno democrático. 

Un caso destacado de estos procesos mundiales (la Unión Europea) se analiza como un "imperio", dado que es una unidad política muy grande que se ha expandido continuamente hacia afuera, está organizada de diversas formas a través del territorio y tiene múltiples niveles superpuestos de gobernanza. La Unión Europea ha adoptado instituciones democráticas comunes de alcance europeo y ha hecho de la democracia la bandera de identificación de sus estados miembros. Pero con la integración económica transnacional también aumenta la especialización y las diferencias regionales a través de Europa, las cuales promueven demandas crecientes de autogobierno de las unidades pequeñas - de hecho, más de 200 gobiernos "regionales" y locales tienen delegaciones diplomáticas permanentes en Bruselas separadas de los estados miembros, para tratar directamente con las instituciones de la Unión Europea. (...)
Mendoza-Antofagasta-Guayaquil, 2010
La partición de los gobiernos de las naciones pequeñas en las instituciones de la Unión Europea, así como la cooperación transfronteriza entre gobiernos regionales y locales, erosionan persistentemente la soberanía de los estados europeos tradicionales. Esto no necesariamente preludia un momento de ruptura, sino más bien un proceso continuado por el cual la diferencia real entre la independencia y la autonomía formal de las pequeñas naciones será meramente una cuestión de grado. El autogobierno democrático de una pequeña comunidad es actualmente posible sin tener un ejército propio, fronteras con aduanas, es decir, sin tener un estado soberano. 

Europa occidental fue la escena histórica de la construcción moderna de estados nacionales, un modelo que bien no se ha aplicado, bien ha fracasado en gran parte del resto del mundo. Actualmente la validez del tradicional modelo europeo occidental de estado nacional soberano se ha debilitado aún más porque está en declive incluso en la experiencia original. Por el contrario, son los grandes imperios y las pequeñas naciones los que pueden constituirse como pilares de la expansión de la libertad, la democracia y el bienestar en el mundo actual. De algún modo Europa vuelve a aparecer como un posible modelo de referencia para construir unidades políticas eficientes y democráticas en otras partes del mundo [reduccionismo cuestionable, nota de JL] pero, en contraste con el anterior modelo homogeneizador de estado nacional, el actual modelo imperial europeo comporta diversidad territorial y democracia a múltiples niveles." 

Josep M. Colomer, Grandes imperios, pequeñas naciones, Barcelona, Anagrama, 2006. 9-788433-962423




lunes, 6 de diciembre de 2010

Teorizando dependencias

"La teoría de la dependencia proveyó a una generación de pensadores latinoamericanos de un amplio repertorio de argumentos victimistas a través de los cuales se explicó durante décadas todo cuanto ocurría en la región. " Las contradicciones del pasado, de los fantasmas de todas las revoluciones estranguladas o traicionadas a lo largo de la torturada historia latinoamericana", dice Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina (1971) son producto de la historia del capitalismo mundial, que es la historia "de la brutal competencia por las riquezas económicas y por el poder."
Esta teoría unifica a la sociología marxista con una doctrina económica llamada estructuralismo y que alrededor de 1948 se asocia en América Latina con un grupo de economistas ligados con la recién creada Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). La proyección sociológica del estructuralismo fue pronto considerada por sociólogos y transformada en una teoría sobre dependencia y desarrollo que estableció una relación de producción y distribución entre las economías desarrolladas , llamadas centrales o metropolitanas, y las subdesarrolladas o periféricas. En Dependencia y desarrollo en América Latina (1969) Enzo Faleto y Fernando Henrique Cardoso describen esta relación como una función o posición en la estructura económica internacional que define las relaciones de dominio económico, social y político, más allá de un estado en el sistema productivo. "Tal enfoque", explican los autores, "implica reconocer que en el plano político-social existe algún tipo de dependencia en las situaciones del subdesarrollo, y que esa dependencia empezó históricamente con la expansión de las economías de los países capitalistas originarios."

Cromo de Vicente Morales
A partir de la teoría de la dependencia o en gran medida debido a ésta, en el pensamiento arquitectónico latinoamericano ha sido un a priori historiográfico común el uso del concepto "dependencia culatural". Esta dependencia se establece a partir de la imposición o la adopción de una cultura identitaria y moralmente ajenas al ser latinoamericano. Por ejemplo, en la Exposición Internacional de Arquitectura celebrada en Berlín en 1983, el historiador argentino Ramón Gutiérrez explicó "la transferencia" en las formas arquitectónicas latinoamericanas durante la segunda mitad del siglo XIX. Lo hizo a partir de la dicotomía del Facundo de Sarmiento - civilización (Europa) o barbarie ( América)- puntualizando que "ésta era la frase que expresaba la selección entre la añoranza por una cultura externa y el desprecio por las raíces ancestrales nativas".
Las interpretaciones históricas que se desarrollan a partir del imaginario ideológico de la dependencia tienen un fuerte componente de, llamémoslo así, retórica de la recriminación; un ejemplo de tercermundismo que, como señala Pascal Bruckner, sobrevivió a la desaparición del Tercer Mundo como entidad autónoma. " El rostro afligido del colonizado ha sido sustituido, de hecho, por el rostro aflictivo del descolonizado que desde hace cuarenta años acumula desencanto y estafa". En la historiografía arquitectónica de fines del siglo XX la recriminación se dirige a las elites latinoamericanas. En buena medida se considera que la importación de reflexiones y prácticas ajenas, su copia, transplante o repetición en la experiencia latinoamericana, es una política cultural de clase. Una no declarada pero no aceptada escala de valores, dice Marina Waisman, coloca aún en el plano más alto a las producciones de ciertos países considerados centrales. "Escala que se afirma y prolonga gracias a la actitud de epígonos que asumen, en su gran mayoría, los productores latinoamericanos."

Pocas historiografías contemporáneas, sin embargo, han reparado en que la relación entre estas elites y lo extranjero es inquietantemente ambigua. En el Laberinto de la soledad, por ejemplo, Octavio Paz señala que los mexicanos
no hemos creado una Forma que nos exprese. Por lo tanto , la mexicanidad no se puede identificar con ninguna forma o tendencia histórica concreta: es una oscilación entre varios proyectos universales, sucesivamente transplantados y todos hoy inservibles. 

Mural Grafitti, Santiago de Chile
Ruggiero Romano comenta que el juicio de Paz es severísimo, aunque ciertamente justo. Pero también es falso, indica, "porque Paz en el momento mismo en que formula su frase, es prisionero de proyectos transplantados como la "latinidad" y la idea de nación". Romano concluye que "en el fondo, su angustia proviene de que no llega a insertar en el molde de la idea europea de nación a su México vivo".
El planteamiento de Romano es interesante pero incompleto. Cierto es que el modelo de construcción de nación en América Latina durante el siglo XIX es distinto a otros modelos nacionalistas occidentales. Entre varias razones, por el protagonismo que tiene el argumento racial, pero, sobre todo, por la ambigüedad en la construcción de las fronteras entre lo nuestro y lo otro en el origen político de las naciones americanas. (...) Cabría cuestionar si los imaginarios europeístas de las elites latinoamericanas no son el producto de un común denominador: las múltiples y cotidianas redes con Europa. 

El poeta Neruda, comenta Ruggiero Romano, recordaba que a principios de los años veinte todos se llenaban la cabeza con lo último que llegaba de los trasatlánticos. 


No sé por qué, pero yo siempre he pensado que Pablo Neruda empleó "trasatlántico"en el sentido de "barco" más que de personas del otro lado del Atlántico. De todos modos, cualquiera que sea el sentido exacto del empleo de las palabras por parte de Neruda, queda un hecho: la dependencia, la espera del último número de la revista europea o estadounidense. 

Sin embargo, pocos supieron librarse de esta dependencia, dice el autor, y "se llegó al colmo de que algunos escribieron sus obras en francés o inglés". Cabría preguntarse si esto fue un acto de dependencia o de reconocimiento de lo propio. "


Johanna Lozoya, Ciudades sitiadas. Cien años a través de una metáfora arquitectónica, México, Tusquets, 2010. ISBN978-607-421-179-5

martes, 16 de noviembre de 2010

Nueva publicación...

"Si las páginas de este libro se han escrito con el fin de "pensar mestizaje" en un periodo en el cual otras identidades culturales mexicanas están siendo recuperadas historiográficamente, es por la sorprendente inmutabilidad del imaginario historiográfico que sostiene que sostiene esta mexicanidad arquitectónica. El mestizaje como argumento arquitectónico nacionalista es una temática prácticamente inexplorada en términos culturales en la historiografía de la disciplina. Incluso, éste se ha mantenido al margen de los múltiples y acalorados debates sobre patrimonio que actualmente se dedican a redefinir identidades en arquitecturas periféricas, regionales y locales en el ámbito nacional e hispanoamericano. (...)

El desconocimiento de lo mestizo como una compleja construcción cultural histórica se presenta en proporción directa a la creencia de una esencia mestiza natural que irradia cualquier experiencia estética mexicana, salvo aquellas, claro está, que son producto del inmaculado mundo indígena contemporáneo. El mestizaje es una temática zanjada, un archivo cerrado del cual, se argumenta, "se ha dicho todo". Mi opinión es que si todo se ha dicho, se debe a que durante décadas no han surgido nuevas preguntas, y esto, al menos como un método histórico, me resulta indicativo. (...)

No es la recuperación de una memoria o de una serie de memorias lo que obliga a una revisión íntima de la genética del mestizaje en las historias de esta disciplina. No lo es únicamente, en todo caso. No pocas voces mexicanas de la arquitectura actual defienden el regionalismo, el localismo, la cultura vernácula o los patrimonios tangibles e intangibles a partir de argumentos culturales ultranacionalistas que ponen de manifiesto la inmensa tautología que hay detrás de la intolerancia de estos discursos profundamente racistas. El mestizaje cultural mexicano es una forma identitaria imaginada compleja, y este libro apenas inicia una larga exposición de preguntas encaradas a estos callejones identitarios con el fin de implicar a la historia de la arquitectura mexicana en la narración de una nueva lectura sobre las identidades nacionales. A inicios del siglo XXI un número considerable de historias mexicanas de la arquitectura nacional consideran que las identidades no son negociables; pero las identidades son, finalmente, narraciones. "

Johanna Lozoya, Las manos indígenas de la raza española. El mestizaje como argumento arquitectónico, México , CONACULTA, 2010, 214 págs. ISBN 978-607-455-426-7

martes, 9 de noviembre de 2010

El ciclo populista: de la euforia al remordimiento

"Las experiencias populistas más tradicionales en América Latina se han caracterizado por un predecible ciclo de cuatro etapas. En la primera fase el crecimiento, los salarios reales y el empleo se elevan, y sus políticas parecen ser muy exitosas. Los controles generalizados a los precios aseguran que la inflación no sea un problema, y las importaciones alivian los productos que escasean. La reducción de los inventarios y la disponibilidad de bienes importados - por lo general financiados por el uso de reservas internacionales o la suspensión de pagos de deuda externa - ayudan en la expansión de la demanda con un mínimo impacto sobre la inflación.

Durante la segunda fase, la economía enfrenta cuellos de botella, en parte como consecuencia de la expansión de la demanda y en parte por la creciente falta de divisas para importar. En este punto se vuelve necesario reajustar los precios y devaluar la moneda para reestablecer la competitividad externa. Las autoridades, sin embargo, se resisten y empieza a desarrollarse un mercado negro de monedas extranjeras y todo tipo de productos. La inflación aumenta en forma significativa, pero los salarios reales se mantienen gracias a los mecanismos automáticos de ajuste o a los incrementos salariales por mandato del gobierno. El déficit presupuestal empeora tremendamente como resultado de subsidios generalizados a los productos básicos - incluyendo comida, servicios públicos y transporte - y del comercio exterior.

La tercera etapa es el preludio del colapso. Se caracteriza por una escasez generalizada de múltiples bienes, una extrema aceleración de la inflación y la fuga de capitales. Para protegerse de la inflación, los consumidores le dan la espalda a la moneda local y la moneda extranjera ( el dólar estadounidense) se convierte en el medio de pago preferido. El déficit presupuestal se deteriora de manera drástica gracias a descensos significativos en la recolección de impuestos y a un incremento en los costos de los subsidios. El gobierno intenta dominar la inflación y estabilizar la economía recortando los subsidios y devaluando la moneda. Los salarios ajustados a la inflación caen de forma estruendosa y las políticas se vuelven inestables.

La cuarta y última etapa es el proceso de "poner la casa en orden" después de ocurrido el desastre. Lo usual es implementar un programa de estabilización ortodoxa bajo un nuevo gobierno. La mayoría de las veces se pone en marcha un programa del FMI,  y cuando todo está dicho y hecho, los ingresos - en particular los de los segmentos más pobres de la sociedad - ya han descendido a un nivel significativamente más bajo del que tenían cuando empezó todo el episodio. Más aún, ese declive será muy persistente y durará por años. "

Sebastián Edwards, Populismo o mercados. El dilema de América Latina, Bogotá, Norma, 2009. ISBN 978-958-45-2091-3

jueves, 28 de octubre de 2010

Haití en la mira...

He estado leyendo sus publicaciones electrónicas en el blog "Fronteras Paralelas" y quisiera hacerle algunos comentarios respecto de su última publicación titulada: "La voluntad de ser modernos". Debo decir que  mis reflexiones parten de una lectura de su texto poniéndolo en diálogo con el proceso de reconstrucción que tiene lugar en Haití, pues permítame comentarle que el caso haitiano es mi objeto de estudio desde hace ya algún tiempo. 



Dice usted: "Aseverar que el gremio aún tiene una voz privilegiada en la construcción de nuevos imaginarios espaciales como otrora, cuando daba imagen al Estado, es cuestionable. Actualmente, el Estado-nación se ha visto desplazado de este papel por el mercado y sus instituciones y es sustancial indagar sobre el papel de la colectividad como hacedora de imaginarios." Esa polifonía de voces que usted señala ingresa en la construcción y definición de "nuevos imaginarios espaciales", en efecto, podría mostrar el descentramiento del papel de unos "ilustrados" que generaban dicho imaginario, que luego era difundido por diversos dispositivos articulados al Estado-nación. Sin embargo, eso que usted llama "el papel de la colectividad como hacedora de imaginarios", considero que debe ser estudiado con más en detalle, puesto que, por ejemplo tomando el caso de Haití, tenemos que la reconstrucción de Puerto Príncipe no la están planeando arquitectos haitianos, ni el tema ha sido objeto de debate con participación de diversas organizacines, sino que pese a la debilidad del estado haitiano, la Comisión Interina de Reconstrucción de Haití (CIRH) y el gobierno son los que siguen deciendo quién crea esos "imaginarios espaciales". En este caso será  Duany Plater-Zyberk & Company. Ahora bien, los muchos haitianos que quedarán excluidos de esa "nueva" Puerto Príncipe, quizás deban emigrar hacia la periferia, creando allí sus barrios de invasión. Me pregunto entonces ¿a ese desplazamiento y marginalización no voluntaria es lo que podríamos definir como el "papel de la colectividad como hacedora de imaginarios" en Puerto Príncipe?


LAURA NATALIA MORENO SEGURA
Investigadora Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales
IEPRI
Magister en Estudios Políticos
Politóloga Universidad Nacional de Colombia

...

Estimada Laura Natalia,
¡Muchas gracias por su mensaje! Lo que usted me comenta sobre Haití es sumamente interesante. Quisiera ofrecerle en la siguiente edición, más que una respuesta a su pregunta, una reflexión sobre el papel de la colectividad en la invención de imaginarios que pueda ayudarnos a pensar sobre el caso Haití.
Johanna L.



domingo, 24 de octubre de 2010

"México", como letrero...

Johanna L.

¿Es la arquitectura actor- red político? El arquitecto norteamericano Bernard Tshumi quien en los años setenta se formuló esta pregunta, esperando que la respuesta fuera "sí, la arquitectura detona acontecimientos y cambia sociedades" puntualizó, sin embargo, que el espacio arquitectónico per se es políticamente neutro. Un espacio asimétrico o un volumen puro no es más ni menos revolucionario sino hasta que un sentido le es dado por el acto retórico de "darle nombre". La construcción de barracas parisinas construidas por los estudiantes de la École des Beaux-Arts en 1968, no significaron nada en términos espaciales y políticos, hasta que a éstas les llamaron " la casa del Pueblo". La arquitectura internacional en México, quizás "no significó nada", o significó tantas cosas, hasta que pudo ser nombrada, curiosamente de manera similar, como "la casa del pueblo" (Ciudad Universitaria).

Pero entonces, ¿ se incorporó el acervo colectivo social de conocimiento mexicano y conformó un imaginario identitario - político? Este dialecto espacial entre tantos dialectos ¿finalmente se transformó en la lengua hegemónica, en la lengua nacional? Cuándo las barracas adquieren un nombre ¿es esto suficiente para cambiar los comportamientos ciudadanos?

Tres son los espacios públicos a los que los ciudadanos de la ciudad capital recurren para manifestarse políticamente:
a) a la glorieta del Ángel de la Independencia (columna neoclásica erigida en el periodo porfirista) para asuntos nacionales como victorias deportivas (¡!), opinión sobre política exterior y en la última década, inicios de campaña del partido conservador (PAN)
b) en el neocolonial "Zócalo" o Plaza de la Constitución ( antigua Plaza de Armas localizada que es el corazón político del centralismo nacional albergando a el Palacio Nacional) se manifiestan prácticamente todos los reclamos federales y nacionales que se puedan tener frente al Estado ( una "puesta en práctica" de la visión de lo público como contrapuesto al Estado)
Pabellón México, Hannover, 2000 (Ricardo & Victor Legorreta)

c) a la Plaza de la Tres Culturas, ( llamada así tras la construcción del edificio de Relaciones Exteriores en los años cincuenta integrándose así un edificio Internacional a los edificios adyacentes: una pirámide y un convento colonial). En este lugar se llevó a cabo el 2 de octubre de 1968 la masacre de estudiantes universitarios y bachilleres. El espacio, nunca antes utilizado para concentraciones políticas, a partir de este acontecimiento se transforma en las últimas décadas en el punto de partida para las manifestaciones de la izquierda mexicana. La población le incorporó a partir de los años setenta un nuevo sentido, le dio un nombre a este espacio público tri- identitario: "el México moderno de la izquierda".

¿La arquitectura Internacional dio nombre a este México? Eric Hobsbawm considera que "un internacionalismo de la clase obrera no es alternativa a una conciencia política nacional" y por ello pueden cohabitar sin anularse. Me viene a la mente el Pabellón mexicano en la Exposición Universal de Hannover 2000: una caja de cristal, un cubo puro, un no lugar cuyo único elemento distintivo nacional fue un letrero, "México".

La construcción del espejo (II.a)

Si concedemos que las fronteras entre lo extranjero y lo propio no son esencias identitarias fijas, sino dinámicas de mutua construcción de cultura, podríamos preguntarnos de qué depende la mayor o menor porosidad de estas fronteras.

Aventuro una hipótesis: depende de los actores - red que participen en la existencia de esos imaginarios reconfigurados. Es decir, en todos aquellos actantes a través de los cuáles el imaginario identitario a partir de la arquitectura es el producto de un proceso.

Pero ¿qué es un actante y cómo las identidades pueden ser consideradas como tal? ( continuará )

miércoles, 13 de octubre de 2010


Comentario a La construcción del espejo (1) de Johanna L.



Miguel Algarra

Si aceptamos que: "Man dwells when he can orientate himself within and identify himself with an environment, or, in short, when he experiences the environment as meaningful. Dwelling therefore implies something more than 'shelter'. It implies that the spaces where life occurs are 'places', in the true sense of the word. A place is a space that has character. Since ancient times the genius loci, or 'spirit of place' has been recognized as the concrete reality man has to face and come to terms with in his daily life" (Norberg-Schulz 1980)., entonces es probable que el emigrante reconfigure los espacios que obtiene en el nuevo territorio a partir de sus propios modos de significación y caracterización. Algo así como la invocación de un genius loci de “los imaginarios nacionalistas o identitarios”.  
Cualquier propuesta arquitectónica que se produce por los emigrados es en palabras de la autora: “una mirada y una apuesta intelectual”, como cualquier reto arquitectónico que asuma la tarea de edificar una suerte de soporte para darle sentido a nuestro “habitar” allí. Esto, sin olvidar, como bien lo indica ella, que “la arquitectura en cuanto a materia es en si misma neutra”. Por tanto, no tenemos una arquitectura que podamos definir como “de suyo extranjera”. Lo que se encuentra es la necesidad de darle sentido a la experiencia de habitar un lugar. Esa “apuesta intelectual” de construir un marco de sentido arquitectónico no se consolida si no se trazan estrategias para enrolar diferentes actores humanos y no-humanos en nuestro proyecto.  
Ese lugar desconocido para el emigrado, en medio de la empresa de convertirlo en un lugar “habitable”, se va volviendo un “nicho”, es decir: un espacio de adaptación a los flujos de mercancías culturales y materiales que llevan a afincar la presencia. Así que sin una acomodación al entorno, el proyecto del emigrado va a resultar imposible. En otras palabras, el proceso de creación de un lugar para habitar en vez de llevar a un alejamiento o separación, contribuye a la vinculación del extranjero en las dinámicas nativas que mantienen otros estados de cosas. El fenómeno subyacente es la creación de una arquitectura que debe ser entendida no sólo como el producto de los “imaginarios del emigrado”, sino de las relaciones exitosas que estableció con su entorno.  
Recapitulemos,  "all cultures have developed systems of orientation,... spatial structures which facilitate the development of a good environmental image" (Norberg-Schulz). Así que para lograr reconfigurar un mundo a través de la arquitectura se tiene que entrar en una especie de relación simbiótica con respecto a los canales de abastecimiento tanto de materiales como culturales que ya existen en el lugar, para que de esta manera, el “costo” relativo de un proyecto de “identidad simbólica” no lleve a un fracaso. La resignificación de un lugar por parte del emigrado tiene el costo de depender de la comprensión de las agencias nativas. Si entendemos estas vinculaciones como redes, entonces no encontraremos una arquitectura foránea más que como un ensamblaje profundamente atado a la red de producción de sentidos nativa. Sin duda, tal proceso no mantiene igual las redes locales y se dan fenómenos de transformaciones pendulares y simultaneas. 
Un fenómeno con una pizca de paradoja que muestra que nuestras concepciones deben replantearse a la hora de señalar como “extranjera” o “de emigrados” ciertos hitos arquitectónicos. Como señala Johanna L. “el imaginario del emigrante y del mundo cultural que le acoge, se reinventan mutuamente.” 
 12 de octubre 2010

lunes, 11 de octubre de 2010

La construcción del espejo (I)

Por Johanna L.  



¿Podríamos hablar de una arquitectura propia del emigrante, del transterrado, del extranjero? ¿Podemos identificar a partir del espacio, ese inmenso esfuerzo que implica la construcción y reconstrucción mentales de un origen, cuya verosimilitud se va desvaneciendo día a día entre lo que se imagina que es o fue y  lo que debería de ser? Más allá de la obra edificada y del personaje, ¿tenemos huellas de su existencia? Aquello que Juan Carlos Onetti definió en  La vida breve como  “una maniática  tarea de construir eternidades con elementos hechos de fugacidad, tránsito y olvido”.
No - o al menos no del todo -si nos limitamos a entender la arquitectura como un problema de formas, de taxonomías, de fachadas o de textos en piedra de proféticos exégetas. Pensar en términos estilísticos sobre las arquitecturas mexicanas producto de la emigración –sean éstas el aporte de un imaginario al nuevo contexto cultural o su adaptación a éste –es someterles a un reduccionismo estético insostenible. Poco se aporta al estudio de estos complejos imaginarios culturales, el taxonomizarles como arquitecturas extranjeras, híbridas o incluirles en el cajón de sastre de una visión que sólo reconoce “neos” e “ismos” para explicar la porosa frontera que en los fenómenos migratorios define al nosotros y al otro.






© Johanna Lozoya
Tampoco es un asunto de valores compositivos y verdades canónicas. Suponer que un espacio simétrico, por ejemplo, es más democrático que uno asimétrico o que la monumentalidad es fascista y el minimalismo es “moderno” es un absurdo.  No hay tal, la arquitectura en cuanto a materia es en si misma neutra. Más allá de la materia, de la edificación misma que perfila cualquier horizonte espacial, la arquitectura es principalmente una mirada y una apuesta intelectual. Es decir, una invención cultural que carga de sentido a un selección de formas sin nombre ni apellido a partir de la cual se construye una narrativa. Las arquitecturas mexicanas producto de la migración no son un catálogo de nuevas y extrañas edificaciones, sino la construcción de una mirada frente a un espejo: la del emigrante que se reconfigura.
Si esto es así, ¿podemos entonces reconocer en el espacio la representación de esta reconfiguración? Pienso que sí, en términos primarios. Es usual que la comunidad o el individuo emigrantes se reconfiguren bajo la creencia de poseer imaginarios identitarios esenciales que se pierden en la profundidad del tiempo. La fe en las tradiciones y costumbres nacionales o regionales, religiosas y familiares se resguarda en la reconfiguración y puede expresarse espacialmente de múltiples y reconocibles maneras. La taxonomización estilística y tipológica, en buena medida, echa mano de esta primaria reproducción de imaginarios identitarios. 

Ahora bien, bajo mi punto de vista hay un fenómeno de invención identitaria a partir del espacio del emigrante mucho más interesante y compleja: la reconfiguración de este imaginario como la construcción de una red. Una, en la que el imaginario del emigrante y del mundo cultural que le acoge, se reinventan mutuamente.  
Partamos de la siguiente idea: la reconfiguración de la mirada del emigrante no es un fenómeno privado detonado a intramuros de un espacio. La dinámica implica al otro y a su mundo cultural. Depende de la porosidad de las fronteras entre ambos mundos la capacidad de adaptación de unos y la capacidad de incorporación de otros. Pero éste es un tránsito de imaginarios de ida y vuelta; llamémosle así. Un tránsito en el que la arquitectura no es sólo representación de un imaginario, sino una detonadora de imaginarios. 
 En principio, esta idea puede no ser especialmente novedosa. Ya en los años setenta el arquitecto norteamericano Bernard Tschumi y buena parte de su generación, pensó arquitectura como "un detonador de acontecimientos": un actor político capaz de alterar a la sociedad y a sus estructuras. Una conceptualización ontológica del espacio que a principios del siglo XX también se puede encontrar en el pensamiento de Paul Scheerbart. Éste artista del Expresionismo alemán reflexionó sobre el impacto social de las nuevas construcciones de cristal en las ciudades europeas y concluyó que la influencia del entorno espacial en el desarrollo de la cultura era tan fundamental, que para elevar a ésta última a un nivel superior, la arquitectura debía obligatoriamente transformarse. “Nuestra cultura es en gran medida el producto de nuestra arquitectura" escribe en Glasarchitekture (1914). Se puede considerar, por ejemplo, que como un actor-detonador político, la arquitectura de la emigración no sólo representa cultura sino que también la crea: provee de múltiples imaginarios culturales, inventa ciudad, constituye redes e imagina comunidad. 

Ahora bien, esta arquitectura, como se ha señalado, es producto de un imaginario identitario en un particular proceso de transformación. Un proceso en el cual participan  los imaginarios del emigrante y aquellos del lugar y cultura en los que se encuentra emplazado la nueva comunidad o individuo. La construcción del espejo a partir de la arquitectura es, entonces, el tránsito de estos espacios/actor que alteran y crean cultura en ambos sentidos. Si concedemos que las fronteras entre lo extranjero y lo propio  no son esencias identitarias fijas sino dinámicas de mutua construcción de cultura, podríamos preguntarnos de qué depende la mayor o menor porosidad de estas fronteras. Esto es decir, en qué depende la mayor o menor reconfiguración identitaria de ambos mundos.
Aventuro una hipótesis: depende de las redes que participan en la existencia de esos imaginarios reconfigurados. Es decir, en todos aquellos elementos a través de los cuáles el imaginario identitario a partir de la arquitectura es un proceso.

(continúa en siguiente entrada )


fragmento de Johanna Lozoya, "La construcción del espejo. Reflexiones sobre inmigración y arquitectura", en Los mexicanos que nos dio el mundo, 2010. 





lunes, 4 de octubre de 2010

La voluntad de ser modernos



Ciudad de México © Fondo Casasola
Las gentes de Danzig, opinaba el crítico de arte Hermann Bahr en 1914, era una casta bien preparada de la que se podía exigir sin temor lo que para espíritus inciertos fuese tal vez peligroso. Por ello no dudaba nunca en darles una conferencia sobre expresionismo, y teniendo un estómago magnífico, como aseguraba, también podían digerir el futurismo. Digerir la modernidad, o al menos aquello que las vanguardias artísticas de los años veinte denominaron con este concepto, fue un proceso condicionado por la creación de un nuevo lenguaje estético y de “un nuevo pueblo”. Acortar las distancias entre el pueblo y los ilustrados es una condición primigenia; a partir de una reestructuración en los sistemas comunicativos y representativos del arte, la masa podría reconocer como propio el mundo mental de la clase intelectual. O, al menos, eso era el esquema deseado por las vanguardias. Al contrario, a la gente, dice Bahr, se le ha educado para considerar únicamente obra de arte lo que le recuerda un ejemplo en la escuela, cuando que el arte moderno presenta una serie de características que dificultan su reconocimiento popular: tiene la voluntad de ser “siempre nuevo” y utiliza un lenguaje abstracto. La obra de arte moderna en Danzig, dice el crítico, es para el pueblo, “cualquier cosa que no haya existido antes y esto lo nota ante su propio espanto”.



Por miedo a quedar en ridículo ha superado esta educación, y desde entonces sólo considera obra de arte lo que no le recuerda a nada. Por ello a la obra que hoy defiende apasionadamente deja de serle fiel mañana precisamente porque sólo le apasiona mientras sigue siendo lo más moderno, y siempre teme que entre tanto algo más moderno aún haya desplazado ya a eso más moderno [...].Jamás ha resultado tan difícil, tan fatigoso, ser un filisteo de la cultura.


...

En la diálectica regionalismo y globalización, reaparece el tema del caos en la actual historiografía arquitectónica mexicana. En la denominada “orientación mundial”, el regionalismo se fortalece en las mesas de debates frente al desarrollo de arquitecturas globales y no lugares que definen hoy por hoy nuevas coordenadas antropológicas del espacio. Para el gremio arquitectónico mexicano y sus instituciones, la proliferación de la arquitectura global como imagen identitaria le resulta desde una imagen inquietante hasta una peligrosa amenaza del imperialismo; la realidad es que hay una colectividad urbana o, si se quiere, una parte importante de la colectividad urbana que se reconoce en esa imagen. 

El incremento en Latinoamérica de los estudios histórico-regionales sobre aquitectura en comparación con el material publicado en los ochenta sobre otras áreas de la disciplina son indicativos. El Centro de Documentación en Arquitectura Latinoamericana registra en 1996, 1 595 títulos (libros) sobre arquitectura latinoamericana publicados entre 1980 y 1993, mientras que el ISBN español en el mismo periodo registró 814 títulos sobre arquitectura en general, 27 sobre arquitectura española (“regional”) y no llegan a una decena los títulos sobre lo que se podría pensar como “arquitectura europea”. Del total de publicaciones latinoamericanas 51 por ciento corresponde a temáticas históricas regionales y nacionales. Estos estudios corresponden prácticamente por partes iguales al periodo del siglo XX y a un “paquete cronológico” que va de los siglos XVI al XIX. Una situación inversa a la de los años setenta, en los que predominó el imaginario internacional en la historiografía latinoamericana cuando en el ámbito europeo el interés histórico se centró en las temáticas nacionales, culturales y regionales. La paridad cuantitativa actual entre los temas regionales o concentrados en un particularismo nacionalista y las temáticas sobre arquitectura “global” o fenómenos de la globalización espacial es notoria, sobre todo porque más allá de representar el agotamiento de una historiografía concentradada durante todo el siglo XX en la saga del movimiento moderno, diagnostica fundamentalmente un proceso de reconfiguración de imaginarios históricos y de escritura de nuevas y múltiples sagas regionalistas. De hecho, es posible que el foco más importante en estos momentos de resistencia a los avances a la ambigua definición de globalización cultural sea Latinoamérica. (...)
Nueva York © Johanna Lozoya

 La confrontación entre un imaginario de élite (gremio) que asume la tarea intelectual y social de inventar incansablemente “modernidad” y la ignorancia de “el pueblo” es un tema recurrente. Aseverar que el gremio aún tiene una voz privilegiada en la construcción de nuevos imaginarios espaciales como otrora, cuando daba imagen al Estado, es cuestionable. Actualmente, el Estado-nación se ha visto desplazado de este papel por el mercado y sus instituciones y es sustancial indagar sobre el papel de la colectividad como hacedora de imaginarios. Sin embargo, frente a la discusión sobre el regionalismo se están perfilando las mismas estrategias identitarias. Si en la identidad nacional a partir de los años treinta se unificó en México una heterogeneidad estructural a través de una fuerte presencia del Estado en la sociedad, debe interrogarse sobre la naturaleza de una nueva figura de poder y pensar al menos en la construcción de nuevas identidades a partir de la colectividad, en las dinámicas de representación de la sociedad civil y cívica actual, en formas de hipertradicionalismo y eclecticismo como una representación popular de modernidad. Los “expertos” entrenados para asumir la función censora, canonizadora, sistematizadora y pedagógica, son cada vez más difíciles de definir. El proceso actual de tipificación de imágenes controlado por instituciones, contexto social y grupos de poder muestra un esquema más complejo donde la viabilidad de las figuras identitarias estructurales, como la historia, son cuestionadas, así como la formación de imaginarios identitarios y acervos sociales de conocimiento a partir de la misma colectividad. 

En estos momentos, difícilmente se puede visualizar el fenómeno como lo hiciera la versión marxista del internacionalismo, es decir, la afirmación del proletariado como clase internacional y la burguesía como clase nacional, sobre todo cuando ciertas burguesías han terminado por adoptar el internacionalismo como imagen nacional a pesar de que en sociedades dependendientes aquella relación se ha alterado hasta identificar al proletariado y a las clases populares como las únicas clases nacionales portadoras de un proyecto de in dependencia nacional. En el esquema marxista el pensar lo simbólico dentro de las fronteras de clase es poco elástico, insuficiente, donde difícilmente se pueden entender los efectos del orden simbólico sobre las relaciones sociales de otra forma que no sea como movimiento de retorno sobre ellas. Este esquema, que priva en la historia e imaginarios del gremio arquitectónico, se tambalea; es demasiado inquietante para un gremio que ha cultivado la hagiografía arquitectónica y las bellas artes preguntarse sobre su rectoría en la buena educación de las almas. ¿Tendrá alguna?

Johanna Lozoya, El mestizaje como argumento arquitectónico, México, CONACULTA, 2010. 

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Miradas bogotanas

Bogotá © Johanna Lozoya
"¿Dónde están los nuevos bogotanos? Entre una ciudad que todavía tiene rezagos coloniales y otra que se abre al futuro, en medio de penurias, elitismos y optimismo, crece un habitante hecho a puro pulso. Sí, estamos ante una urbe que finalmente ha resuelto aceptar a los provincianos de todas las etnias nacionales que la visitan, muchos de los cuales se quedan a hacer su Bogotá, para así poder afirmar que ella se ha colombianizado. Bogotá también es provinciana, si bien se va inclinando hacia el mundo moderno, se conecta, se informa, se publicita, se cruza en muchas redes, participa de la nuevas seducciones colectivas, de espectáculos, modas y nuevos espacios públicos. Muchas de sus aspiraciones tienen una meta fuera de sus fronteras. (...)
Cuando una ciudad mira a otra con la cual se compara, de modo inevitable se mira a sí misma. Es un gesto muy contemporáneo que las ciudades traten de entenderse juzgando a otras: el pensamiento actual crece desde el otro. Pocos años atrás se creía en una identidad casi fija y que cada urbe, como las personas, tenía su sello permanente. Ahora sabemos que la imagen de una ciudad cambia con la velocidad con que rotan las noticias, los ataques terroristas, los eventos, las modas, la economía. Pero algo permanece, Bogotá tiene algo de lo mismo desde cuando un hecho significativo marcó su historia. Nuevos sucesos la seguirán señalando, pero algo de lo viejo permanecerá. (...)

"¿Cuáles ciudades encuentran afines a Bogotá?": Caracas, México, D.F., Lima y Quito. (...) [El D.F.] Esta ciudad gigante, superpoblada, contaminada, productora de rancheras, novelas, folclor, tacos, tequila y películas, produce admiración entre los bogotanos, quienes consideran que todos esos productos le dan identidad cultural, algo que merece ser preciado. García Canclini decía que en México las relaciones con los bienes culturales sirven para diferencias, por ejemplo, a quienes gustan de la poesía de Octavio Paz frente a los que prefieren las películas de la india María. Pero hay otros bienes - las canciones de Agustín Lara, las tortillas y el mole, los murales de Diego Rivera - con los que se vinculan todas las clases, aunque la apropiación sea diversa. "Por esto el consumo puede ser también escenario de integración y comunicación (García Canclini). Son éstas fortalezas de su cultura popular que aclaman los bogotanos." (...)
Las proyecciones que los mexicanos hacen de Bogotá son desalentadoras: van de no saber o tener referencia (47%) a identificarla como ciudad de drogas y narcos (cerca de 30%). Luego vienen otros atributos como cumbia y café. Sin duda, el imaginario de las drogas es un modo de comunicarse entre los latinoamericanos, todos dispuestos a mostrar que están más limpios que otros. (...)

Palacio de Gobierno. Bogotá ©Johanna Lozoya
Ubicamos en este aparte [ ciudades anheladas] cuatro ciudades con marcaciones variables de reconocimiento, en las cuales los bogotanos quisieran verse reflejados, sea por la belleza (Buenos Aires), el orden (Santiago), el disfrute (Sao Paulo) o el cosmopolitanismo (Barcelona). Estas emociones son muy características de la Bogotá de los últimos años, cuando ha empezado a proyectarse con grandes espacios públicos que reconocen en Buenos Aires; cuando acepta que su mayor debilidad es el caos, lo que le hace envidiar a Santiago; cuando quisiera enriquecer su capacidad de disfrute, paradigma de lo cual es Sao Paulo; cuando desea tender redes que la vinculen con el mundo, como hace Barcelona. (...)

En varias ciudades latinoamericanas se nota un desplazamiento del interés de Madrid hacia Barcelona.
Las fantasías han adoptado este nuevo refugio van desde las paellas, castañuelas y panderetas hasta el reconocimiento de la Madre Patria en tierra catalana, residencia de los reyes. Barcelona no sólo es vista como ciudad distinta a las latinoamericanas, sino como la que evoca a un país de otro continente. La gente la reconoce con facilidad; sólo 5% de los encuestados dice no tener referentes de ella. Para los estratos altos de Bogotá, Barcelona es cultura y Gaudí; para los medios es viajes, comida y vino en abundancia; para los estratos bajos es música y Joan Manuel Serrat. (...)

En sentido contrario, la imagen es desconsoladora. Los barceloneses, en alta proporción (35.71%), no considera ningún referente suyo en América Latina, y sus escasos reconocimientos se limitan a Buenos Aires, La Habana, México D.F. Santiago y en escaso grado, Bogotá. La visión que Barcelona proyecta en Bogotá es turística y placentera; la que Bogotá deja en Barcelona se reduce a violencia y droga. (...)

Los tres términos más reiterados en las evocaciones que los otros hacen de Bogotá son narcotráfico: un gramo de coca que en el sur de Colombia vale un dólar, en Bogotá cinco y en Barcelona cien, carece de toda normalidad, según la lógica de todo proceso productivo. (...) La droga lleva en sí misma la marca de loa anormal absoluto, de la locura. (...) identificar a una ciudad por lo que se dice de su país, que enloquece a los demás, es un ejercicio apenas lógico.

Bogotá, narcotizada por el negocio de la droga y la guerrilla, aparece como el lado oscuro de todas las ciudades del continente. Si una ciudad puede ser imaginada así, las demás pueden reservarse cierta paz para sí mismas."

* fragmentos de Armando Silva, Bogotá imaginada, Bogotá, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2003. ISBN 958-704-113-5
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Bogotá © Johanna Lozoya
"Aquí no, Tina mía, espera a que lleguemos a casa, pero no se lo dijo porque sabe bien que de la exaltación a la melancolía a Agustina le basta con dar un paso, y luego subieron hasta las Torres de Salmona atravesando las sombras apenas dispersas por los focos amarillos del Parque de la Independencia, enfrente tenían al cerro de Monserrate y como su mole era invisible en la oscuridad, la iglesia iluminada que se asienta en su cumbre flotaba en la noche como un ovni, en esa iglesia se mantiene guarecido un Cristo barroco que ha caído bajo el peso de la cruz, el más aporreado, quebrantado y doliente de los dioses, cubierto su cuerpo de moretones y de lamparones y de estragos de sangre, pobre Cristo maltratado hasta las lágrimas, pensaba Aguilar, cómo se nota que te duele todo aquello y cuánto se parece a ti esta ciudad tuya que desde abajo te venera y que a veces te echa en cara que nos marcaste con tu sino, Señor de mil caídas, y que nos aplastó tu cruz de manera irremediable. En la punta de Guadalupe, el cerro vecino a Monserrate, se erige una Virgen tamaño King Kong que intenta abarcarnos con su abrazo y Agustina, que observaba cómo la enorme estatua parecía ascender con los brazos extendidos e irradiando luz verde, me dijo Mira Aguilar, hoy la Virgen de Guadalupe parece una avioneta. Mientras atravesábamos el parque yo iba pendiente de acechanzas y ella iba pisando las caperucitas blancas que caen de los eucaliptos para que soltaran el aroma, hasta que el sueño, que la fue amodorrando, le aniñó las facciones, le aletargó los reflejos, la colgó de mi brazo y la llevó a apoyar la cabeza en mi hombro. Monserrate se iba acercando y Aguilar pensaba, a quién tutelarás tú, viejo cerro tutelar, si acá abajo, que se sepa, cada quien anda librados a su suerte y cuidando su propio pellejo."

Laura Restrepo, Delirio, México, Alfaguara, 2004. ISBN 978-968-19-1472-1

lunes, 27 de septiembre de 2010

Fronteras identitarias: una invención historiográfica

"¿Podemos hablar de un carácter latinoamericano? Quien haya recorrido el territorio siendo modestamente sensible a las diferencias palpables de ver el mundo, desarrollo económico, autodefiniciones nacionales y parámetros políticos de éste, podrá conceder que Latinoamérica, más que una gran comunidad real delimitada por el río Bravo y la Patagonia, es una idea. Una idea formulada por múltiples, diversas, heterogéneas y no pocas veces contrarias comunidades imaginadas. Considerar al subcontinente como una férrea unidad histórico-cultural resulta un reduccionismo ideológico difícil de sostener. El mapa de la imaginada alma latinoamericana es muy complejo y no tiene por límites los elementales antagonismos que el escultor argentino Nicolás Isidro Bardas, por ejemplo, resaltaría en 1921 en la siguiente pintura del artista mexicano Adolfo Best Maugard.
Algunas de las figuras de sus cuadros son típicas y regionales. Así nos pinta a la hermosa india tehuana, esbelta, voluptuosa, caprichosa y mística como la selva tropical, o a las niñas cursis latinoamericanas con sus ojos melancólicos como el valle de México, llevando impreso, entre tantas virtudes, el salvajismo indígena y la hipocresía española. Pobres criaturas, hijas de prejuicios y del dolor que pueblan a Hispanoamérica. 


Ecuador © Johanna Lozoya
América Latina es una red de fronteras mucho más íntimas, cotidianas e inmediatas que definen la hermandad o la otredad entre las propias naciones que la conforman. Las fronteras de este mundo, a mi parecer, no las caracteriza esa suerte de coraza cultural común que ha promovido el latinoamericanismo ideológico contra el imperialismo yankee, la globalización económico-cultural contemporánea o la amenaza china. Cierto es que por un brevísimo espacio de tiempo podemos presenciar la influencia de este imaginario político en la memoria colectiva, cuando en las canchas deportivas se lanza, como si de un sortilegio se tratase, un grito al unísono. Pero esto ocurre más en el ámbito simbólico que en la política o en la economía, en las cuales lo latinoamericano es un cúmulo de mudas desavenencias íntimas, de afinidades sutiles y de desconfianza mutua. Quizás el artificio de una coraza común hacia el exterior no ha sido especialmente eficaz como herramienta identitaria política al interior latinoamericano. Cabría cuestionarse esta posibilidad frente a la actual dificultad para lograr acuerdos en la región para establecer una comunidad económica latinoamericana.
Ahora bien, si consideramos el alma latinoamericana como una invención, sí que podremos encontrar similitudes entre los imaginarios de algunas fronteras íntimas y los de la gran coraza. Estas fronteras identitarias son paralelas, trabajan simultáneamente y perfilan a través de sus imaginarios el rostro cultural de lejanas y cercanas otredades. Esto es posible por la interacción, creo yo, de sus propias construcciones historiográficas.
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Las identidades son invenciones culturales  útiles para trazar fronteras, autodefinirse y lograr una cohesión social suficientemente fuerte que permita tender puentes o construir murallas hacia la otredad. Pero las identidades no son formas culturales fijas y su implementación es tan mutable y dinámica como la existencia misma. Son invenciones absolutamente elásticas si se les permite esta posibilidad. ¿Cómo hacerlo? Se debe deconstruir y analizar críticamente su "estructura ósea": la historia. Las identidades, cualesquiera, se sustentan en construcciones narrativas."

Johanna Lozoya, Ciudades sitiadas. Cien años a través de una metáfora arquitectónica, Tusquets Editores, México, 2010. ISBN 9-786074-211795

domingo, 26 de septiembre de 2010

Gustave Verniory. Diez años en Araucanía 1889-1899

"Gustave Verniory llega a la Frontera, o nuestro `trópico frío´ o nuestro pequeño Far West en una época crucial. Le toca enfrentarse con bandoleros, ve como los colonos aran a la luz de la luna, ve aparecer los primeros cardos y las primeras liebres de la región, intuye con claridad el espíritu democrático de Balmaceda e ingresa, en Lautaro, al ejército constitucional, halla que el mar chileno es el más hermoso del mundo, camina bajo techumbres interminables de bosques y vaticina que el descuido humano los hará desaparecer, le toca pescar cientos de peces en horas, vive dentro de una naturaleza paradisíaca, en suma, y el amor hacia ella lo hace convertirse en su cronista. Escribe con singular gracia y fluidez, su diario se lee como un libro de aventuras, y penetra en el espíritu de los hombres y de las cosas. Se ha transformado en un hombre del sur que desdeña la vida apacible de Europa o la burocrática de Santiago y conoce la región de una manera que asombra a sus amigos capitalinos que lo creen viviendo entre salvajes y desconocen la Frontera, mirándola como si fuera el centro de Africa o Australia.
Surgen de las páginas de Verniory la imagen humana y geográfica de los pueblos que recién nacen con una claridad y profundidad que enriquece nuestra literatura narrativa a la cual ingresa por derecho propio. Sólo poetas como Pablo Neruda, Juvencio Valle o Teófilo Cid en su Camino del Ñielol han encontrado la ruta para asomarse al brocal donde brotan las raíces del mundo que Verniory describe. Sí, Verniory, el pequeño ingeniero cuatro ojos o Don Hurtado como lo llamaban sus trabajadores ferroviarios, es uno de los nuestros y nos ha entregado un libro de valor testimonial impar e imprescindible".
                                                                                                                                   Jorge Teillier





Gustave Verniory. Diez años en Araucanía 1889-1899, Prólogo de Jorge Teiller, Biblioteca del Centenario, Pehuén Editores, Santiago, 2005.ISBN 9-789561-603325