domingo, 24 de octubre de 2010

"México", como letrero...

Johanna L.

¿Es la arquitectura actor- red político? El arquitecto norteamericano Bernard Tshumi quien en los años setenta se formuló esta pregunta, esperando que la respuesta fuera "sí, la arquitectura detona acontecimientos y cambia sociedades" puntualizó, sin embargo, que el espacio arquitectónico per se es políticamente neutro. Un espacio asimétrico o un volumen puro no es más ni menos revolucionario sino hasta que un sentido le es dado por el acto retórico de "darle nombre". La construcción de barracas parisinas construidas por los estudiantes de la École des Beaux-Arts en 1968, no significaron nada en términos espaciales y políticos, hasta que a éstas les llamaron " la casa del Pueblo". La arquitectura internacional en México, quizás "no significó nada", o significó tantas cosas, hasta que pudo ser nombrada, curiosamente de manera similar, como "la casa del pueblo" (Ciudad Universitaria).

Pero entonces, ¿ se incorporó el acervo colectivo social de conocimiento mexicano y conformó un imaginario identitario - político? Este dialecto espacial entre tantos dialectos ¿finalmente se transformó en la lengua hegemónica, en la lengua nacional? Cuándo las barracas adquieren un nombre ¿es esto suficiente para cambiar los comportamientos ciudadanos?

Tres son los espacios públicos a los que los ciudadanos de la ciudad capital recurren para manifestarse políticamente:
a) a la glorieta del Ángel de la Independencia (columna neoclásica erigida en el periodo porfirista) para asuntos nacionales como victorias deportivas (¡!), opinión sobre política exterior y en la última década, inicios de campaña del partido conservador (PAN)
b) en el neocolonial "Zócalo" o Plaza de la Constitución ( antigua Plaza de Armas localizada que es el corazón político del centralismo nacional albergando a el Palacio Nacional) se manifiestan prácticamente todos los reclamos federales y nacionales que se puedan tener frente al Estado ( una "puesta en práctica" de la visión de lo público como contrapuesto al Estado)
Pabellón México, Hannover, 2000 (Ricardo & Victor Legorreta)

c) a la Plaza de la Tres Culturas, ( llamada así tras la construcción del edificio de Relaciones Exteriores en los años cincuenta integrándose así un edificio Internacional a los edificios adyacentes: una pirámide y un convento colonial). En este lugar se llevó a cabo el 2 de octubre de 1968 la masacre de estudiantes universitarios y bachilleres. El espacio, nunca antes utilizado para concentraciones políticas, a partir de este acontecimiento se transforma en las últimas décadas en el punto de partida para las manifestaciones de la izquierda mexicana. La población le incorporó a partir de los años setenta un nuevo sentido, le dio un nombre a este espacio público tri- identitario: "el México moderno de la izquierda".

¿La arquitectura Internacional dio nombre a este México? Eric Hobsbawm considera que "un internacionalismo de la clase obrera no es alternativa a una conciencia política nacional" y por ello pueden cohabitar sin anularse. Me viene a la mente el Pabellón mexicano en la Exposición Universal de Hannover 2000: una caja de cristal, un cubo puro, un no lugar cuyo único elemento distintivo nacional fue un letrero, "México".

La construcción del espejo (II.a)

Si concedemos que las fronteras entre lo extranjero y lo propio no son esencias identitarias fijas, sino dinámicas de mutua construcción de cultura, podríamos preguntarnos de qué depende la mayor o menor porosidad de estas fronteras.

Aventuro una hipótesis: depende de los actores - red que participen en la existencia de esos imaginarios reconfigurados. Es decir, en todos aquellos actantes a través de los cuáles el imaginario identitario a partir de la arquitectura es el producto de un proceso.

Pero ¿qué es un actante y cómo las identidades pueden ser consideradas como tal? ( continuará )