miércoles, 13 de octubre de 2010


Comentario a La construcción del espejo (1) de Johanna L.



Miguel Algarra

Si aceptamos que: "Man dwells when he can orientate himself within and identify himself with an environment, or, in short, when he experiences the environment as meaningful. Dwelling therefore implies something more than 'shelter'. It implies that the spaces where life occurs are 'places', in the true sense of the word. A place is a space that has character. Since ancient times the genius loci, or 'spirit of place' has been recognized as the concrete reality man has to face and come to terms with in his daily life" (Norberg-Schulz 1980)., entonces es probable que el emigrante reconfigure los espacios que obtiene en el nuevo territorio a partir de sus propios modos de significación y caracterización. Algo así como la invocación de un genius loci de “los imaginarios nacionalistas o identitarios”.  
Cualquier propuesta arquitectónica que se produce por los emigrados es en palabras de la autora: “una mirada y una apuesta intelectual”, como cualquier reto arquitectónico que asuma la tarea de edificar una suerte de soporte para darle sentido a nuestro “habitar” allí. Esto, sin olvidar, como bien lo indica ella, que “la arquitectura en cuanto a materia es en si misma neutra”. Por tanto, no tenemos una arquitectura que podamos definir como “de suyo extranjera”. Lo que se encuentra es la necesidad de darle sentido a la experiencia de habitar un lugar. Esa “apuesta intelectual” de construir un marco de sentido arquitectónico no se consolida si no se trazan estrategias para enrolar diferentes actores humanos y no-humanos en nuestro proyecto.  
Ese lugar desconocido para el emigrado, en medio de la empresa de convertirlo en un lugar “habitable”, se va volviendo un “nicho”, es decir: un espacio de adaptación a los flujos de mercancías culturales y materiales que llevan a afincar la presencia. Así que sin una acomodación al entorno, el proyecto del emigrado va a resultar imposible. En otras palabras, el proceso de creación de un lugar para habitar en vez de llevar a un alejamiento o separación, contribuye a la vinculación del extranjero en las dinámicas nativas que mantienen otros estados de cosas. El fenómeno subyacente es la creación de una arquitectura que debe ser entendida no sólo como el producto de los “imaginarios del emigrado”, sino de las relaciones exitosas que estableció con su entorno.  
Recapitulemos,  "all cultures have developed systems of orientation,... spatial structures which facilitate the development of a good environmental image" (Norberg-Schulz). Así que para lograr reconfigurar un mundo a través de la arquitectura se tiene que entrar en una especie de relación simbiótica con respecto a los canales de abastecimiento tanto de materiales como culturales que ya existen en el lugar, para que de esta manera, el “costo” relativo de un proyecto de “identidad simbólica” no lleve a un fracaso. La resignificación de un lugar por parte del emigrado tiene el costo de depender de la comprensión de las agencias nativas. Si entendemos estas vinculaciones como redes, entonces no encontraremos una arquitectura foránea más que como un ensamblaje profundamente atado a la red de producción de sentidos nativa. Sin duda, tal proceso no mantiene igual las redes locales y se dan fenómenos de transformaciones pendulares y simultaneas. 
Un fenómeno con una pizca de paradoja que muestra que nuestras concepciones deben replantearse a la hora de señalar como “extranjera” o “de emigrados” ciertos hitos arquitectónicos. Como señala Johanna L. “el imaginario del emigrante y del mundo cultural que le acoge, se reinventan mutuamente.” 
 12 de octubre 2010