miércoles, 29 de septiembre de 2010

Miradas bogotanas

Bogotá © Johanna Lozoya
"¿Dónde están los nuevos bogotanos? Entre una ciudad que todavía tiene rezagos coloniales y otra que se abre al futuro, en medio de penurias, elitismos y optimismo, crece un habitante hecho a puro pulso. Sí, estamos ante una urbe que finalmente ha resuelto aceptar a los provincianos de todas las etnias nacionales que la visitan, muchos de los cuales se quedan a hacer su Bogotá, para así poder afirmar que ella se ha colombianizado. Bogotá también es provinciana, si bien se va inclinando hacia el mundo moderno, se conecta, se informa, se publicita, se cruza en muchas redes, participa de la nuevas seducciones colectivas, de espectáculos, modas y nuevos espacios públicos. Muchas de sus aspiraciones tienen una meta fuera de sus fronteras. (...)
Cuando una ciudad mira a otra con la cual se compara, de modo inevitable se mira a sí misma. Es un gesto muy contemporáneo que las ciudades traten de entenderse juzgando a otras: el pensamiento actual crece desde el otro. Pocos años atrás se creía en una identidad casi fija y que cada urbe, como las personas, tenía su sello permanente. Ahora sabemos que la imagen de una ciudad cambia con la velocidad con que rotan las noticias, los ataques terroristas, los eventos, las modas, la economía. Pero algo permanece, Bogotá tiene algo de lo mismo desde cuando un hecho significativo marcó su historia. Nuevos sucesos la seguirán señalando, pero algo de lo viejo permanecerá. (...)

"¿Cuáles ciudades encuentran afines a Bogotá?": Caracas, México, D.F., Lima y Quito. (...) [El D.F.] Esta ciudad gigante, superpoblada, contaminada, productora de rancheras, novelas, folclor, tacos, tequila y películas, produce admiración entre los bogotanos, quienes consideran que todos esos productos le dan identidad cultural, algo que merece ser preciado. García Canclini decía que en México las relaciones con los bienes culturales sirven para diferencias, por ejemplo, a quienes gustan de la poesía de Octavio Paz frente a los que prefieren las películas de la india María. Pero hay otros bienes - las canciones de Agustín Lara, las tortillas y el mole, los murales de Diego Rivera - con los que se vinculan todas las clases, aunque la apropiación sea diversa. "Por esto el consumo puede ser también escenario de integración y comunicación (García Canclini). Son éstas fortalezas de su cultura popular que aclaman los bogotanos." (...)
Las proyecciones que los mexicanos hacen de Bogotá son desalentadoras: van de no saber o tener referencia (47%) a identificarla como ciudad de drogas y narcos (cerca de 30%). Luego vienen otros atributos como cumbia y café. Sin duda, el imaginario de las drogas es un modo de comunicarse entre los latinoamericanos, todos dispuestos a mostrar que están más limpios que otros. (...)

Palacio de Gobierno. Bogotá ©Johanna Lozoya
Ubicamos en este aparte [ ciudades anheladas] cuatro ciudades con marcaciones variables de reconocimiento, en las cuales los bogotanos quisieran verse reflejados, sea por la belleza (Buenos Aires), el orden (Santiago), el disfrute (Sao Paulo) o el cosmopolitanismo (Barcelona). Estas emociones son muy características de la Bogotá de los últimos años, cuando ha empezado a proyectarse con grandes espacios públicos que reconocen en Buenos Aires; cuando acepta que su mayor debilidad es el caos, lo que le hace envidiar a Santiago; cuando quisiera enriquecer su capacidad de disfrute, paradigma de lo cual es Sao Paulo; cuando desea tender redes que la vinculen con el mundo, como hace Barcelona. (...)

En varias ciudades latinoamericanas se nota un desplazamiento del interés de Madrid hacia Barcelona.
Las fantasías han adoptado este nuevo refugio van desde las paellas, castañuelas y panderetas hasta el reconocimiento de la Madre Patria en tierra catalana, residencia de los reyes. Barcelona no sólo es vista como ciudad distinta a las latinoamericanas, sino como la que evoca a un país de otro continente. La gente la reconoce con facilidad; sólo 5% de los encuestados dice no tener referentes de ella. Para los estratos altos de Bogotá, Barcelona es cultura y Gaudí; para los medios es viajes, comida y vino en abundancia; para los estratos bajos es música y Joan Manuel Serrat. (...)

En sentido contrario, la imagen es desconsoladora. Los barceloneses, en alta proporción (35.71%), no considera ningún referente suyo en América Latina, y sus escasos reconocimientos se limitan a Buenos Aires, La Habana, México D.F. Santiago y en escaso grado, Bogotá. La visión que Barcelona proyecta en Bogotá es turística y placentera; la que Bogotá deja en Barcelona se reduce a violencia y droga. (...)

Los tres términos más reiterados en las evocaciones que los otros hacen de Bogotá son narcotráfico: un gramo de coca que en el sur de Colombia vale un dólar, en Bogotá cinco y en Barcelona cien, carece de toda normalidad, según la lógica de todo proceso productivo. (...) La droga lleva en sí misma la marca de loa anormal absoluto, de la locura. (...) identificar a una ciudad por lo que se dice de su país, que enloquece a los demás, es un ejercicio apenas lógico.

Bogotá, narcotizada por el negocio de la droga y la guerrilla, aparece como el lado oscuro de todas las ciudades del continente. Si una ciudad puede ser imaginada así, las demás pueden reservarse cierta paz para sí mismas."

* fragmentos de Armando Silva, Bogotá imaginada, Bogotá, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2003. ISBN 958-704-113-5
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Bogotá © Johanna Lozoya
"Aquí no, Tina mía, espera a que lleguemos a casa, pero no se lo dijo porque sabe bien que de la exaltación a la melancolía a Agustina le basta con dar un paso, y luego subieron hasta las Torres de Salmona atravesando las sombras apenas dispersas por los focos amarillos del Parque de la Independencia, enfrente tenían al cerro de Monserrate y como su mole era invisible en la oscuridad, la iglesia iluminada que se asienta en su cumbre flotaba en la noche como un ovni, en esa iglesia se mantiene guarecido un Cristo barroco que ha caído bajo el peso de la cruz, el más aporreado, quebrantado y doliente de los dioses, cubierto su cuerpo de moretones y de lamparones y de estragos de sangre, pobre Cristo maltratado hasta las lágrimas, pensaba Aguilar, cómo se nota que te duele todo aquello y cuánto se parece a ti esta ciudad tuya que desde abajo te venera y que a veces te echa en cara que nos marcaste con tu sino, Señor de mil caídas, y que nos aplastó tu cruz de manera irremediable. En la punta de Guadalupe, el cerro vecino a Monserrate, se erige una Virgen tamaño King Kong que intenta abarcarnos con su abrazo y Agustina, que observaba cómo la enorme estatua parecía ascender con los brazos extendidos e irradiando luz verde, me dijo Mira Aguilar, hoy la Virgen de Guadalupe parece una avioneta. Mientras atravesábamos el parque yo iba pendiente de acechanzas y ella iba pisando las caperucitas blancas que caen de los eucaliptos para que soltaran el aroma, hasta que el sueño, que la fue amodorrando, le aniñó las facciones, le aletargó los reflejos, la colgó de mi brazo y la llevó a apoyar la cabeza en mi hombro. Monserrate se iba acercando y Aguilar pensaba, a quién tutelarás tú, viejo cerro tutelar, si acá abajo, que se sepa, cada quien anda librados a su suerte y cuidando su propio pellejo."

Laura Restrepo, Delirio, México, Alfaguara, 2004. ISBN 978-968-19-1472-1

lunes, 27 de septiembre de 2010

Fronteras identitarias: una invención historiográfica

"¿Podemos hablar de un carácter latinoamericano? Quien haya recorrido el territorio siendo modestamente sensible a las diferencias palpables de ver el mundo, desarrollo económico, autodefiniciones nacionales y parámetros políticos de éste, podrá conceder que Latinoamérica, más que una gran comunidad real delimitada por el río Bravo y la Patagonia, es una idea. Una idea formulada por múltiples, diversas, heterogéneas y no pocas veces contrarias comunidades imaginadas. Considerar al subcontinente como una férrea unidad histórico-cultural resulta un reduccionismo ideológico difícil de sostener. El mapa de la imaginada alma latinoamericana es muy complejo y no tiene por límites los elementales antagonismos que el escultor argentino Nicolás Isidro Bardas, por ejemplo, resaltaría en 1921 en la siguiente pintura del artista mexicano Adolfo Best Maugard.
Algunas de las figuras de sus cuadros son típicas y regionales. Así nos pinta a la hermosa india tehuana, esbelta, voluptuosa, caprichosa y mística como la selva tropical, o a las niñas cursis latinoamericanas con sus ojos melancólicos como el valle de México, llevando impreso, entre tantas virtudes, el salvajismo indígena y la hipocresía española. Pobres criaturas, hijas de prejuicios y del dolor que pueblan a Hispanoamérica. 


Ecuador © Johanna Lozoya
América Latina es una red de fronteras mucho más íntimas, cotidianas e inmediatas que definen la hermandad o la otredad entre las propias naciones que la conforman. Las fronteras de este mundo, a mi parecer, no las caracteriza esa suerte de coraza cultural común que ha promovido el latinoamericanismo ideológico contra el imperialismo yankee, la globalización económico-cultural contemporánea o la amenaza china. Cierto es que por un brevísimo espacio de tiempo podemos presenciar la influencia de este imaginario político en la memoria colectiva, cuando en las canchas deportivas se lanza, como si de un sortilegio se tratase, un grito al unísono. Pero esto ocurre más en el ámbito simbólico que en la política o en la economía, en las cuales lo latinoamericano es un cúmulo de mudas desavenencias íntimas, de afinidades sutiles y de desconfianza mutua. Quizás el artificio de una coraza común hacia el exterior no ha sido especialmente eficaz como herramienta identitaria política al interior latinoamericano. Cabría cuestionarse esta posibilidad frente a la actual dificultad para lograr acuerdos en la región para establecer una comunidad económica latinoamericana.
Ahora bien, si consideramos el alma latinoamericana como una invención, sí que podremos encontrar similitudes entre los imaginarios de algunas fronteras íntimas y los de la gran coraza. Estas fronteras identitarias son paralelas, trabajan simultáneamente y perfilan a través de sus imaginarios el rostro cultural de lejanas y cercanas otredades. Esto es posible por la interacción, creo yo, de sus propias construcciones historiográficas.
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Las identidades son invenciones culturales  útiles para trazar fronteras, autodefinirse y lograr una cohesión social suficientemente fuerte que permita tender puentes o construir murallas hacia la otredad. Pero las identidades no son formas culturales fijas y su implementación es tan mutable y dinámica como la existencia misma. Son invenciones absolutamente elásticas si se les permite esta posibilidad. ¿Cómo hacerlo? Se debe deconstruir y analizar críticamente su "estructura ósea": la historia. Las identidades, cualesquiera, se sustentan en construcciones narrativas."

Johanna Lozoya, Ciudades sitiadas. Cien años a través de una metáfora arquitectónica, Tusquets Editores, México, 2010. ISBN 9-786074-211795

domingo, 26 de septiembre de 2010

Gustave Verniory. Diez años en Araucanía 1889-1899

"Gustave Verniory llega a la Frontera, o nuestro `trópico frío´ o nuestro pequeño Far West en una época crucial. Le toca enfrentarse con bandoleros, ve como los colonos aran a la luz de la luna, ve aparecer los primeros cardos y las primeras liebres de la región, intuye con claridad el espíritu democrático de Balmaceda e ingresa, en Lautaro, al ejército constitucional, halla que el mar chileno es el más hermoso del mundo, camina bajo techumbres interminables de bosques y vaticina que el descuido humano los hará desaparecer, le toca pescar cientos de peces en horas, vive dentro de una naturaleza paradisíaca, en suma, y el amor hacia ella lo hace convertirse en su cronista. Escribe con singular gracia y fluidez, su diario se lee como un libro de aventuras, y penetra en el espíritu de los hombres y de las cosas. Se ha transformado en un hombre del sur que desdeña la vida apacible de Europa o la burocrática de Santiago y conoce la región de una manera que asombra a sus amigos capitalinos que lo creen viviendo entre salvajes y desconocen la Frontera, mirándola como si fuera el centro de Africa o Australia.
Surgen de las páginas de Verniory la imagen humana y geográfica de los pueblos que recién nacen con una claridad y profundidad que enriquece nuestra literatura narrativa a la cual ingresa por derecho propio. Sólo poetas como Pablo Neruda, Juvencio Valle o Teófilo Cid en su Camino del Ñielol han encontrado la ruta para asomarse al brocal donde brotan las raíces del mundo que Verniory describe. Sí, Verniory, el pequeño ingeniero cuatro ojos o Don Hurtado como lo llamaban sus trabajadores ferroviarios, es uno de los nuestros y nos ha entregado un libro de valor testimonial impar e imprescindible".
                                                                                                                                   Jorge Teillier





Gustave Verniory. Diez años en Araucanía 1889-1899, Prólogo de Jorge Teiller, Biblioteca del Centenario, Pehuén Editores, Santiago, 2005.ISBN 9-789561-603325